Cocinas Reales

Cocinas de hoy y de siempre

EFECTO DOMINÓ

Cuando decides agasajar a tus amig@s y/o familiares con una comida o cena en tu casa, se supone que sabes y por lo tanto asumes todo lo que lleva implícito, es decir; tiempo para las compras y más tiempo en la cocina preparando el menú elegido para la ocasión y siempre teniendo en cuenta que sea una comida del gusto general y cuidando las particularidades de algún o algunos de los comensales (vegano, intolerancias alimentarias…). A mí personalmente me encanta cuidar la estética en la presentación de la mesa, la colocación del mantel, platos, vasos y cubiertos, todo ello encima un bonito mantel. Estos preliminares me parecen indispensables y si a esto le añadimos unas flores ya solo nos quedará la expectativa de una comida alegre y distendida, pues mucha veces esta es solo la excusa para una reunión, en la que el buen humor será el hilo conductor de la misma y nos reportará unas horas de regocijo y bienestar.

Evidentemente como se trata de una reunión informal, lo lógico es que entre tod@s, una vez terminado un plato, ya sean los entrantes o los posteriores, ayudar a los anfitriones a recoger los platos, pero en la misma mesa, sin levantarse, se los entregas y ellos traen los limpios, que se colocan con el mismo proceder, pero sólo si en la reunión los comensales son más de 4 o 6, pues considero que retirar los platos y sustituir por otros nuevos a un número reducido de invitados no resulta en absoluto trabajoso para el anfitrión o anfitriona. Hasta aquí todo correcto. Pero otra cosa completamente distinta y que a mí me parece una falta de saber estar y si me apuras de educación, es que la anfitriona, más preocupada y con una más que evidente ansiedad por recoger, decida desaparecer en las profundidades de la cocina y guantes en ristre se ponga a fregar o a meter los platos en el lavavajillas, barrer y colocar… Y ocurre, que tú incomoda, te levantas de tu asiento, no queda más remedio, pues es imposible relajarse y mantener una charla distendida con ruido de fondo de platos y demás cacharrería. Y es entonces cuando se produce un «efecto dominó» , provocando que otras invitadas procedan de la misma manera, obligadas a dejar una mesa en la que la conversación era interesante o simplemente disfrutando de ese leve sopor que sientes tras la comida.

Me ocurrió en dos ocasiones, a las que acudí como invitada, a unas veladas (diferentes) en las que las anfitrionas no habiendo terminado el postre y ni tan siquiera el café de rigor, se pusieron a recoger la mesa de forma imperiosa, y cortando la maravillosa sobremesa que siempre se establece en una comida relajada y por ende entre personas que se conocen y por lo poseen los suficientes vínculos comunes como para bromear, y reír en algunos caso de forma ostentosa.

También puede ocurrir que sea una invitada la que decida ya llegando el final de la comida «ayudar» a la anfitriona y a esta que estaba tan tranquila disfrutando de»sus invitados» y de «su comida», no le quede más remedio que levantarse y ponerse a recoger. En este caso pido encarecidamente que no se invite más a la que nos ha puesto en el brete a l@s demás de tener que levantarnos. Pero vamos a ver ¿quién te ha pedido que «ayudes» alma del cántaro?. que alguien le explique a la taquicardias, que si ella hace esto no sólo pone en compromiso a la anfitriona o anfitrión, si no al resto de l@s invitad@s.

Cuando acudo como invitada a una comida o cena, siempre soy consciente del arduo trabajo que hay detrás de estas reuniones, yo también he hecho algunas y sé de lo que hablo, pero no se me ocurre en ningún momento abandonar la mesa y ponerme a recoger ya sea por deferencia a mis invitad@s y porque me permito disfrutar de esas maravillosas tertulias que preceden a las comidas y me gusta hacerlo tranquila y relajadamente, y no dejo que nadie en un alarde de querer ayudarme lo intente. Adoro la sensaciones que se quedan tras estas reuniones, que siempre resultan balsámicas para el cerebro y el alma y por lo tanto no estoy dispuesta a perderme nada de ellas.

La cuestión es bien sencilla al menos para mí. Si soy yo la que invito a mi casa y a mi mesa, y me da igual que sea una comida de a cuatro o más personas, soy yo la que recojo, y no lo haré hasta cuando no se haya ido el último invitado, y por lo tanto espero el mismo trato cuando soy yo la invitada. Así que dependiendo de quien me invite, y dependiendo de su proceder en dichas reuniones, me tomo la libertad de aceptar o no su invitación. Las comidas son algo más que comer, y más, si lo haces entre amig@s. Es necesario dejar esos arquetipos antiguos, de desprendernos de una vez por todas de viejas y rancias costumbres. ¡¡¡ toca disfrutar!!!,
Se trata de estar «tod@s» cómod@s» yo desde luego a eso he venido y mis invitad@s sin duda.

Querid@s cociner@s reales, ¿también vosotros pertenecéis al club de «las largas sobremesas?» esas, que transcurren lenta y perezosamente pero que dejan el ánimo encendido en tu memoria reciente y también lejana.

Un beso y hasta pronto.