Cocinas Reales

Cocinas de hoy y de siempre

LA COCINA DE LA TINYHOUSE

«Los amigos son necesarios para el gozo y para el dolor». Samuel Paterson

La madre de Macarena, Margari, posee un terreno en Islares, una pequeña localidad de la bella Costa Cantábrica.  A ella, que le encanta compartir con los suyos las tardes de verano, le bastaba con una pequeña edificación, en la que poder preparar las comidas y guardar algunas cosas necesarias para esas reuniones, por lo que esta “minicasa” se adaptaba perfectamente . El fin era y  es estar al aire libre, ver crecer sus flores y recoger del cuidado huerto los ricos tomates, calabacines y otras estupendas verduras.

Hacía muchísimo tiempo que no venía. La vida, con sus vaivenes, lo ha impedido, pero  aquí estoy de nuevo, dispuesta a reparar el daño. Tenía el recuerdo  del principio, cuando estaba recién instalada y era igual a otras muchas.  Pero llego y compruebo, que la edificación anodina y simple que estaba anclada en mi memoria no tiene nada que ver con la preciosa casita blanca con la que me encuentro ahora. Tengo que reseñar que me he llevado una agradable sorpresa. Está claro que este acogedor aspecto no es algo que no se haya conseguido de la noche a la mañana. Las incorporaciones han sido paulatinas, hasta conseguir ese aire personal y auténtico que me encanta.

Esta casa tiene muchas tardes de  momentos compartidos, y relax. De comidas de las que acaban con un café y prolongan la sobremesa. Y de charlas interminables. Esos tesoros que a veces no los valoramos lo suficiente, quizás porque las responsabilidades de la vida, ineludibles por otra parte, no nos dejan disfrutar más a menudo de lo que supone reunirse y dejar discurrir el tiempo, sin prisas, sin agobios, estar por el mero  hecho de estar. «Perder el tiempo» parece ser un lujo que muy pocas veces podemos permitirnos. Pararse, en ocasiones, significa todo lo contrario; es ganar  recuerdos y sensaciones maravillosas, que perduran.

Cuando nuestros hijos eran escolares de primaria Macarena y yo compartimos muchas tardes, al sol de un patio de colegio, e incluso parapetadas de  la impertinente y pertinaz lluvia de nuestro querido norte. Conversaciones y risas sin fin, con amigas en común, que guardo en mi memoria y que ahora, visto con la perspectiva que dan los años, experiencias y decepciones, además de  alguna que otra estancia en el hospital, rememoro  e incluso añoro  con placer el tiempo «perdido» en ese patio. Y valoro y doy a cada una de esas amigas el merecido lugar que tienen en mi vida. Macarena es una de ellas. Gracias a todas.

Al hacer este post he hecho, inconscientemente, una introspectiva de una parte no muy lejana de mi vida. Permitidme la licencia. No puedo prometer que no vuelva a ocurrir. Al fin y al cabo este es un «blog personal» y por lo tanto un desahogo para la autora.

Parte derecha del pequeño pero coqueto porche.

Tiene una pequeña cocina con mucho «charme», entremos…

Aspecto de la cocina desde el exterior.

Macarena

Aquí os dejo pequeños detalles del interior de la casita. El estilo country absolutamente chic que posee es innegable. La encimera de madera y la mesa tocinera, con los muebles y paredes blancas, junto con los demás elementos decorativos le dan un aire muy cálido. Y al estar enclavada en un entorno campestre, la sensación de tranquilidad que transmite es indiscutible.  Así es como yo me sentí, quizás también ayudó el tono de la conversación, pausada, relajada y por momentos jocosa. Una visita memorable. Otra para la mochila de los buenos momentos.

Los bonitos cuelga-macetas de macramé, los ha hecho Macarena, al igual que los tapices. Hablamos de artesanía hecha con cariño, gusto y dedicación. Aquí os dejo su cuenta de instagram @pensarencolor. Os la recomiendo.?

Fotos de los alrededores.

Margari, con la dura tarea de pelar los pimientos previamente asados en la barbacoa. Es mucho trabajo, pero merece la pena. Desafortunadamente la falta de tiempo y de un lugar más o menos apropiado, hacen que asar pimientos y embotar de forma casera, se vaya perdiendo. Aprovecho desde aquí para darle las gracias por dejarme disfrutar una tarde de su casita y compañía.

Sentadas en el porche de la casita, charlando y charlando se nos echó la noche encima, el rocío comenzaba a caer y había que marchar. El astro rey tuvo la gentileza de acompañarnos en una tarde muy afanosa, en la que los pimientos también fueron protagonistas, (yo pelé pocos), pero tuve una recompensa mucho mayor al esfuerzo que hice.

Esa misma noche disfruté de los pimientos obsequiados.  Me sirvieron de guarnición para un par de huevos fritos. ¡Un verdadero majar!. ¿No se os hace la boca agua?, «cocina real», ni más ni menos.

Y ya  me despido de vosotr@s, con la esperanza que os haya gustado y entretenido. Hasta pronto. Besos.