07 agosto, 2018 / 2 Comentarios LA COCINA DE LILY Por Jone Las cocinas de mis amigas “No recordamos días, recordamos momentos”. César Pavese Si te invitan a cenar unos amigos y hay más invitados a asistir a esa velada, es una cosa normal, lo que ya no lo es tanto es que es sean amigos de los anfitriones y a los que tú no conoces en absoluto. Y es ahí es cuando la cosa cambia y acudes, eso sí, con ciertas reservas, pero con la mejor de tus sonrisas. Ocurrió una noche de verano y el grupo lo conformábamos 4 parejas cuyo nexo común eran los anfitriones. Una vez hechas las consabidas presentaciones, y siendo relegados a ser meros espectadores en torno a una magnifica parrillada, empezamos a hablar y descubrimos entre otras cosas que tres de los allí presentes procedíamos del mismo lugar. Según íbamos avanzando en nuestras charlas nos íbamos relajando. Resultaron ser «normales» y ¡qué alivio!-. He llegado a un punto en mi vida en el que no estoy por aguantar a nadie sus rarezas, bastante tengo con aguantarme las mías. Fue una cena informal, en la que la buena predisposición de los allí presentes y un deseo implícito de todos nosotros por agradar, hizo que la velada resultase magnifica. Y en esa cálida noche de agosto, en nuestro querido norte, los allí reunidos, alrededor de una mesa bien provista, contamos anécdotas, que provocaron risas continuas e incluso carcajadas, y las bromas, derivadas principalmente de la confianza que todos teníamos con los anfitriones, provocó mucha más hilaridad. Y así entre risas y buen humor, la madrugada se nos echó encima rápidamente. Siempre pasa igual, cuando estás a gusto el tiempo vuela. Y es que de unos temas pasábamos a otros, como siempre ocurre en este tipo de reuniones. Lo que nunca hubiera pensado es que esto se pudieraa conseguir entre unas personas que instantes antes, si se hubieran tropezado por la calle, no se hubieran reconocido. Como consecuencia de la incesante charla íbamos conociendo aspectos de la vida de los unos y otros, los hijos, sus edades, los trabajos…. Eramos un grupo bastante heterogéneo pero con inquietudes en algunos aspectos de la vida muy similares. Hubo tiempo para hablar de nuestras personas entrañables, pero que desgraciadamente, ya no están con nosotros. Afortunad@s l@s que todavía no tengan una perdida irreparable. Y también tuvimos tiempo para brindar, como no, ¡por la amistad!. Bendita sea. Y como recuerdo de esa cena, Lily, mi querida anfitriona, me dejó fotografiar su cálida cocina, que es al fin y al cabo el centro neurálgico desde donde ella, magnifica repostera, orquestó la velada, que tan buen sabor de boca (en todos los sentidos), nos dejó a todos. Confidencias frente al fregadero. Y una propuesta, ir a bailar. Queda pendiente. La tarta de queso, no solo era preciosa, sino que el sabor no desmereció en absoluto la presentación. Las fresas son de producción propia. Mesa preparada con cariño y buen gusto por Lily. Querida lily hacia mucho tiempo que no me reía tanto, hasta tal punto de saltarseme las lagrimas y créeme, no exagero si te digo que no voy a olvidar nunca esa noche. Decir solo gracias puede sonar a poco, pero es un GRACIAS con mayúsculas. como tu BONITA SONRISA. Hasta pronto. Esta suculenta, que ahora luce en la terraza de mi cocina, un regalo de lily, que las tiene por todos los rincones de su su terraza. Es y será un recordatorio continuo de esa reunión. Y yo espero que os haya gustado este post. Pues puede que a vosotr@s os haya pasado algo similar en alguna comida o cena, con personas que no son de vuestro círculo habitual, pero que sin duda volveríais a repetir. Un beso y hasta pronto. amistadsuculentastarta de queso