15 julio, 2019 / 0 Comentarios UNA COCINA EN EL PUEBLO Por Jone Las cocinas de mis amigas Como autora de este blog voy a volver a recalcar, (más que nada, por si hay algún despistado o despistada que se acaba de asomar a él y se ha saltado los preliminares) que este es un blog de cocinas de verdad, de las autenticas. Y las que aparecen en él no son impostadas, cómo mucho existe una preparación o colocación un poco más esmerada por parte de las dueñas para las fotos. Son cocinas tan reales como la vida misma, muy vividas, y tan personales como las personas que en ellas se desenvuelven cada día. Ni más ni menos. A la hora de publicar las fotos es lógico que las dueñas se preocupen de como se van a ver las imágenes de sus cocinas, por lo que el atrezzo es merito todo de ellas. Si bien es cierto que la mayoría me pregunta que como las quiero, lo normal es que yo les responda, que las quiero en horizontal, esto no es un capricho mío, sino más bien una simple cuestión de formato en la edición del blog. Todos lo demás corre por la cuenta y gusto de mis gentiles «colaboradoras». Debo decir que todas superan el trance con nota. Son muy pocas las ocasiones en las que la autora de las fotos soy yo. Por lo que una vez más tengo que reconocer y agradecer que esta sección del blog no sería posible sin la colaboración de ellas. Y digo ellas, en femenino, pues hasta ahora no he podido conseguir ninguna cocina enviada por un varón, aunque no pierdo la esperanza. Me consta que alguno me lee. Ahí lo dejo. Como ya he dejado patente en algún post, me gustan todas las cocinas: rusticas, eclécticas, nórdicas, country, shabby chic, industrial, boho chic… Pero como para casi todo, siempre hay una excepción y en mi caso son las cocinas minimalistas, tal y como dejé constancia en el post «MINIMALISMO», dentro de la sección de ESTILO PROPIO. Me parecen cocinas sin vida y por lo tanto sin alma. No invitan a cocinar y ni tan siquiera a la intimidad que se crea en las cocinas al calor no sólo de una olla o una sartén, sino de una buena conversación. Nada a la vista que sugiera que en esa cocina se cocina. Todo está tan escondido y es tan aséptico que no me transmiten absolutamente nada. Nada de esto me ocurre con las dos cocinas de hoy, que corresponden a dos casas de un pequeñísimo pueblo del interior de Cantabria. Podría parecer uno de tantos pueblos que hace más de 50 años sufrió el despoblamiento, motivado por la migración de la mayoría de sus jóvenes habitantes a las ciudades en busca de trabajo. Algo que ocurrió también en muchísimas zonas rurales de resto de España. Pero el pueblo de mis amigas es especial, no en vano han regresado a él desde su infancia todos los veranos de su vida. Es@s jóvenes emigrantes crearon sus familias, y cuando en la època estival, les daban su correspondiente mes de vacaciones, (¿os acordais de aquella época en la que en el mes de agosto, todo, absolutamente todo, cerraba por vacaciones?) volvían a su pueblo natal, a sus casas y por lo tanto a sus raices y con ellos sus hijos. Y así año tras año. Nosotros, l@s hij@s de la inmigración, teníamos amigos que pasaban los veranos en algún pueblo de Galicia, Extremadura, Andalucía, Castilla-La Mancha, Castilla-León, La Rioja… Durante un mes perdíamos de vista a nuestros amigos del barrio de la ciudad en la que vivíamos, para reencontrarnos con primos y amigos del pueblo. Y cuando regresábamos en septiembre, lo hacíamos con toda una retahíla de anécdotas de lo que nos había acontecido, en ese lento discurrir de los días de verano. No existan los móviles por lo que la desconexión era absoluta. ¡Benditos los días en los que daba igual que fuera lunes o domingo!. La mayoría de l@s que han tenido un pueblo en su infancia, tiene maravillosos recuerdos de días interminables donde la ociosidad no solo estaba permitida si no que era casi una obligación. Y unas de estas personas son Carmen y Merche, quienes han tenido la amabilidad de abrirnos las puerta de sus casas y por lo tanto de sus cocinas. Ellas tienen suerte, regresan todos los agostos. Y como el mes se acerca he decidido publicar este post con las fotos de sus cocinas, a sabiendas que están contando los días para regresar a la placidez de un verano templado de clima pero cálido de sensaciones. Y también como un tributo a una infancia, juventud y edad adulta con experiencias comunes, porque a estas alturas ya sabemos que todo lo compartido crea vínculos inolvidables que ni tan siquiera el paso del tiempo consigue de borrar. Me gusta esta cocina, más que nada por lo que conlleva. Tiene muchos veranos entre sus cuatro paredes. Esta cocina pone de relieve lo que la sencillez de forma y contenido manifiesta; una vida simple pero llena. Cuenta con su pequeña chimenea, suficiente para las medidas de la estancia. chimenea=calidez Soy una enamorada de los molinillos antiguos. Transportan instantáneamente al pasado Cocina de la casa del pueblo de Merche La cocina ha sido remodelada, pero han sabido conservar la esencia de antaño. La piedra de sus paredes ayuda a conseguir esa sensación. La cocina comparte espacio con una melancólica mecedora y su correspondiente mesita auxiliar. La mesa del comedor al fondo tal y como se aprecia en la foto de abajo. Antes de nada pedir disculpas por la poca nitidez de las imágenes, la cámara del móvil de Merche no daba para más. Pero esa carencia ha sido ampliamente suplida por paciencia, gentileza y amistad. Mil Gracias a las dos. Y yo me pregunto, ¿eres tú un/a de es@s afortunad@s que todavía regresa aunque sea unos días al pueblo de su infancia? ¿A la cocina donde tu madre te preparaba o tú ya más crecidit@ la merienda y te faltaba tiempo para volver a salir bocadillo en ristre a la calle. No me queda más que despedirme, no sin cierto sentimiento de añoranza, que las cocinas de M. Carmen y Merche han despertado en mí. Un beso y hasta pronto cociner@s reales.